martes, 7 de agosto de 2012

Demasiada confianza

Abuela: - Mira, Alan, yo te voy a decir lo que pienso. No se lo cuentes a tu papá, porque el me está ayudando mucho a mí y no quiero molestarlo, pero me parece que desde que cumplió cincuenta le está dedicando menos tiempo a la empresa. ¿No pensás que se relajó? Se dejó estar, tiene muchos compromisos sociales, está bailando tango casi todos los días, ¿no?...no sé, a mi me hace acordar a tu abuelo, y no sabés lo que me angustia...ay, me duele el pecho y todo. ¿Sabés lo que me dijo una vez?

Alan: - ¿Mi papá?

Abuela: - No, tu abuelo. Me dijo que a los cincuenta quería a dejar de trabajar. Y lo hizo. Con todo el dinero que había ganado durante años empezó a viajar, a derrochar la plata por ahí, a hacer malos negocios...bueno, vos ya sabés cómo terminó la historia.

Alan: - Sí...pero abuela, pero mi viejo no se relajó, es verdad que está más tranquilo, pero no descuida la empresa. Está disfrutando, está bueno que pueda encontrar un equilibrio donde el trabajo no es todo...¿no te parece?

Abuela: - Pero su empresa la construyó él solo, Alan, y la tiene que cuidar. Yo lo llamo a la oficina todo el tiempo, ya no lo llamo al celular ¿Y sabés qué? Casi nunca está. Siempre me dicen que salió...estoy preocupada, Alan.

Alan: - Abuela, papá está bien y sabe lo que hace, no creo que cometa los mismos errores que el abuelo. Voy a estar un poco más atento, pero no es para que te preocupes.

Abuela: - Bueno... Pero por favor no le digas que yo te hablé de ésto porque él se está encargando mucho de mí en este momento y no quiero molestarlo. Si llegás a hablar con él de este asunto, hacélo como cosa tuya.

Alan: - Si, abuela, quedate tranquila.

Abuela: - Sos un chico muy responsable, muy maduro ¿sabías, Alan?

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Daniel: - (...) y la tuve que frenar, le grité, porque se está haciendo la cabeza y agranda todo. Los problemas de salud los tiene, sería raro que no los tuviera, por la edad...pero tiene tanto tiempo libre que no para de pedir turnos con médicos. Y médico de acá que le dice una cosa, médico de allá que le dice otra, las medicaciones, las contraindicaciones...ahora dice que es sonámbula. ¡La conozco desde que nací y nunca fue sonámbula, Alan, nunca! Ayer se despertó a la mañana y encontró un paquete de galletitas de chocolate vacío sobre la mesa. No recuerda habérselo comido, se despertó en el medio de la noche y lo comió sonámbula.

Alan (sonriendo): - Lo que tiene que hacer es encontrar una actividad. Una sola, una sola que la estimule, la entretenga...no sé, que la haga pensar en otra cosa que no sea "la tragedia de la vida". Yo hablé con ella el sábado, y se nota que al no tener actividades propias anda todo en tiempo encima de los demás. Y todo le preocupa...

Daniel: - ¿Qué le preocupa?

Alan: - No, nada...estábamos hablando justo de vos. Por el campeonato de tango, qué se yo. Y bueno...nada, salió con que está preocupada. Tiene miedo de que a vos te pase lo mismo que al abuelo, que te relajes y termines descuidando la empresa...eso.

Daniel: - No entiendo...¿cómo que "me relaje"?

Alan: - Sí...nota que estás viajando mucho, que bailás tango muy seguido, dice que no te encuentra nunca en la oficina. Cree que querés dejar de trabajar, como hizo el abuelo. Como si estuvieras haciendo el mismo camino que el abuelo pero de manera inconsciente. Eso. Igual yo ya le expliqué que no era así y que no era para preocuparse...además vos no te pusiste a invertir en negocios que desconocés, y a la empresa le está yendo bien...Bueno, en fin, viste cómo es la abuela.

Daniel: - Qué bárbaro...

Alan: - Igual no le digas que te dije esto, porque me pidió que no lo hablara con vos. Dice que no te quiere molestar porque la estás ayudando.

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Conversación telefónica

Daniel: - (...) Sí, mamá, pero eso no lo tiene que ver un neurólogo, lo tiene que ver un traumatólogo, eso es de los huesos, no es de la cabeza.

[...]

Daniel: - Si querés verlo, andá a verlo, mamá, pero yo no te puedo llevar. Y consultále todo lo que quieras, pero no dejes de pedir un turno con un traumatólogo, por favor, y tratá de que sea la semana que viene...Total después si el neurólogo te dice que no hace falta, das de baja el turno y listo. Pero sino te van a dar turno para dentro de mil años.

[...]

Daniel: - No, el martes no puedo a esa hora, te acabo de decir.

[...]

Daniel: - Porque tengo una reunión en el centro.

[...]

Daniel: - Andá en remis, yo te lo pago.

[...]

Daniel: - Sí.

[...]

Daniel: - Sí, mamá, de trabajo. Escucháme, ayer hablé con Alan...

[...]

Daniel: - Sí.

[...]

Daniel: - Sí, está muy bien.

[...]

Daniel: - Sí, pero pará, mamá, de otra cosa te quería hablar.

[...]

Daniel: - Ayer hablé con Alan, durante la cena. Por favor te pido que no le digas que hablé de esto con vos, ¿ok? Porque me dijo mil veces que vos habías confiado en que él no lo iba a hablar conmigo. Pero solo para que te quedes tranquila, quiero aclararte que a mí no me va a pasar lo mismo que a papá. Papá se chifló, no sé qué le pasó, se volvió loco, hizo cualquier cantidad de pelotudeces con la plata...vos ya sabés. Quería decirte que te podés quedar muy tranquila...

[...]

Daniel: - Lo mismo que él. No es para que te preocupes. No quiero que te preocupes por eso.

[...]

Daniel: - No, no voy a descuidar la empresa, mamá.

[...]

Daniel: - Yo no soy papá, soy otra persona.

[...]

Daniel: - No sé, debe ser porque no debe estar tan en desacuerdo con vos.

[...]

Daniel: - Sí, pero el tango es un hobbie, no es mi trabajo.

[...]

Daniel: - Los martes y los jueves

[...]

Daniel: - No, lo de la vez pasada fue un caso especial.

[...]

Daniel: - Si, los jueves y los martes.

[...]

Daniel: - Sí.

[...]

Daniel: - Pero si vos me llamás al celular muchas veces, ¿qué estás diciendo?

[...]

Daniel: - Mirá, mamá, no digas disparates. Yo sé cuidarme.

[...]

Daniel: - Ok.

[...]

Daniel: - No, te podés quedar tranquila.

[...]

Daniel: - Sí.

[...]

Daniel: - Al traumatólogo.

[...]

Daniel: - Un beso.

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Abuela: -Alan, hablé con tu padre. Me pidió que no te dijera que hablamos, pero yo no me quedé tranquila...

(...)