Escribir canciones
puede ser de gran ayuda para dejar asentadas cosas de la vida y purgarse de las
peores sensaciones que nos produce la misma.
Cuando escriba una canción, sepa que puede dejar en ella todo lo que
quiera: un amor no correspondido, un amor correspondido y luego terminado, los
pensamientos más oscuros que ocupen su mente (o los más felices), la sensación
que le produce mirar el atardecer, la pérdida de un ser querido, la hipnosis
que le produce mirar el fuego (¡cuán bello es algo constante y a la vez en
continuo movimiento aleatorio!)…
Sepa también que tiene la opción de elegir si quiere quitarse de los
hombros una pesada mochila y dejarla entera en una canción (léase desprenderse
eternamente de algo) o depositar simplemente una cuota, para quedarse con un
pedacito de sensación y seguir viviendo con ella.
Tenga cuidado y sea preciso y cauteloso al momento de escribir. No deje
todo en una canción de amor no correspondido si desea seguir experimentando
algo de sufrimiento. Tampoco tema escribir una canción para eliminar el cien
por ciento de algo si usted así lo desea. Siempre sea cuidadoso, entienda que
nunca más podrá recuperarlo.
Las canciones tienen ese poder. Un poder mágico, que permite dejar
asentado en ellas marcas, huellas, experiencias vividas, momentos singulares de
corto lapso temporal, pensamientos, emociones… Sirven para transmitir hacia los
demás, para comunicarse con uno mismo, para asentar, para desligarse, para
desprenderse, para recuperar, para comprender, para explicar, para terminar
procesos, para aceptar procesos, para exhalar, para alcanzar profundidad.
Sirven, sobre todo, para depositar cosas.
Haga un buen uso de ellas. Disfrute, pero a conciencia. Sepa que, al
escribir una canción, siempre habrá un antes y un después.
Porque las canciones tienen esa capacidad maravillosa: la de, una vez
escritas, transformar nuestra realidad.
Y la de los demás.
Punta del Este
Lunes 2 de enero, 2012
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