miércoles, 14 de diciembre de 2011
Tiempo completo.
jueves, 24 de noviembre de 2011
Música y magia
"El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido"
Recuerdo cuando empecé a escuchar música. Yo era chiquito, muy chiquito.
Las canciones tenían un poder sobre mí. Un poder intenso, grandioso. Un poder que me trasladaba a lugares que ni yo mismo entendía, lugares que no existían en el mundo real, lugares que ni yo mismo podía elegir.
Una montaña rusa. Sensaciones que únicamente se volvían a producir si mi mamá tocaba ese botón llamado PLAY una vez más.
PLAY.
Ahí estaban de nuevo: sensaciones indescriptibles, voces e instrumentos que automáticamente se apoderaban de mí. Paisajes sonoros. Cristalinos, a flor de piel.
¡Cuántos momentos distintos había dentro de una misma canción! Partes que yo hubiese preferido se repitieran infinitamente; partes que hubiese preferido nunca existieran...
La música era magia. Cristalina. Sorpresa tras sorpresa. La canción podía ser la misma una y otra vez. Pero mientras yo no pudiera descubrir el truco, mis sentidos serían engañados eternamente.
Porque la música era magia.
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Recuerdo cuando empecé a escuchar música por segunda vez. Ya no era tan chiquito.
Un cassette de Serú Girán dejó de dar vueltas por los rincones del auto y terminó en mis manos; un CD de los Beatles pasó de ser una incógnita a ser una de mis compañías más preciadas.
Las sensaciones de mi primera infancia ahora se potenciaban. Cada vez existían más paisajes, más colores… las sensaciones tenían más profundidad. Los abismos eran más pronunciados porque las músicas eran más. Y con ellas, más trucos, más magia.
Me transformé en una especie de cronista que tenía acceso a gran cantidad de shows de magia, un cronista que recorría el mundo dispuesto a que los magos lo asombraran. Y ellos, con total grandeza, marcaban con un sablazo la palabra “sorpresa” en mi frente.
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Recuerdo cuando empecé a hacer música.
Primero fue un acorde de La Mayor que implicaba tres dedos torpes sobre un mástil de guitarra. Después fue uno de Mi Mayor. Luego, un acorde de Re Mayor y con éste, todas las posibilidades de combinación entre ellos, con distintos ritmos, distintas energías, distintas interpretaciones.
Cada nuevo acorde prometía un mundo de exploraciones. Las combinaciones entre acorde y acorde eran cada vez mayores.
Estaba aprendiendo mis primeros trucos.
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Recuerdo cuando seguí haciendo música. Ya era un adolescente.
Las posibilidades de combinación eran cada vez mayores, y las canciones que en mi infancia me gustaban, ahora las estaba tocando yo mismo. ¡Estaba haciendo magia!
No entendía cómo funcionaban los trucos, ni por qué. Pero de lo que estaba seguro era de que yo mismo estaba produciendo eso. Eso que antes únicamente podía escuchar.
Corrían entonces tiempos en que la sorpresa era doble: no hay mayor felicidad que poder reproducir aquello que a uno lo sorprende, y sorprenderse de que uno puede hacerlo.
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Recuerdo cuando empecé a estudiar música. Ya no era tan adolescente.
En el período romántico la música era considerada el arte más elevado, por su alto nivel de abstracción. Decía Mendelssohn que los pensamientos expresados por la buena música no son tan vagos como para que no puedan decirse con palabras, sino que son demasiado definidos para poderlos verbalizar.
¿Hay algo de esotérico en la música? El músico se relaciona con los sonidos como un alquimista con sus elementos. Se transforman. Los sonidos se manipulan, y esta manipulación está presente tanto Wagner como en Mozart, tanto en Bach como en la música electroacústica.
La técnica y el estudio hicieron posible que aprendiera y entendiera el funcionamiento de muchísimos trucos.
Me estaba transformando en un mago profesional.
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Recuerdo cuando empecé a vivir de la música. Ya era un adulto.
Me empezaron a encargar la invención de trucos de magia. Me la pasaba día a día haciendo eso. Y sólo me sorprendía cuando el espectador se sorprendía con mis trucos.
Empecé a vivir del deleite de los demás.
Hoy soy músico, y recuerdo con nostalgia las sensaciones que me producía la música. Recuerdo con nostalgia cuando la música se parecía a la magia. O cuando yo podía ser un simple e ingenuo espectador.
Cada vez me cuesta más encontrar buenos trucos y buenos magos, pero cuando los encuentro, logran que automáticamente me transforme en un nene. Y me hacen acordar a cuando empecé a escuchar música. Yo era chiquito, muy chiquito.
Las canciones tenían un poder sobre mí. Un poder intenso, grandioso. Un poder que me trasladaba a lugares que ni yo mismo entendía, lugares que no existían en el mundo real, lugares que ni yo mismo podía elegir.
Una montaña rusa. Sensaciones que únicamente se volvían a producir si mi mamá tocaba ese botón llamado PLAY una vez más.
PLAY.
(El músico empieza a tocar)
miércoles, 24 de agosto de 2011
...sionismos (Aproximaciones del arte moderno)
martes, 23 de agosto de 2011
Silencio
When I hear what we call music, it seems to me that someone is talking. And talking about his feelings, or about his ideas of relationships. But when I hear the sound of traffic, here on 6th avenue for instance, I don’t have the feeling that anyone is talking. I have the feeling that sound is acting. And I love the activity of sound. And it gets louder and quieter, higher and lower, longer and shorter… it does all these things. I’m completely satisfied with that. I don’t need sound to talk to me.
We don’t see much difference between time and space. We don’t know where one begins and the other stops. So that most of the arts that we think of is being in time and most of the arts we think of is being in space.
Marcel Duchamp for instance, began thinking of music as being not a time art but a space art. And he made a piece called “Sculpture musicale”, which means different sounds coming from different places, and lasting, producing a sculpture which is sonorous and remains.
People expect “listening” to be more than listening. And so sometimes they speak of “inner listening”, or the “meaning of sound”. When I talk about music, it finally comes to people’s mind that I’m talking about sound that doesn’t mean anything, that is not “inner” but is just “outer”. And people who understand that say : “you mean it’s just sounds?”, thinking that for something to just be a sound is to be useless. Whereas I love sounds, just as they are. And I have no need for them to be anything more, than what they are. I don’t want them to be psychological. I don’t want a sound to pretend that it’s a bucket, or that it’s president, or that it’s in love with another sound. I just want it to be a sound.
Emmanuel Kant said they were two things that don’t have to mean anything : music and laughter. Don’t have to mean anything, that is in order to give us very deep pleasure.
The sound experience which I prefer to all others, is the experience of silence. And silence almost everywhere in the world now is traffic.
If you listen to Bethoven or Mozart, you see they are always the same. But if you listen to traffic, you see it’s always different.”
John Cage, New York, 4 Feb 1991
Stravinsky sobre la composición musical
sábado, 23 de julio de 2011
Interpretative liberties...
Performance practice
miércoles, 13 de julio de 2011
Wackenroder
lunes, 27 de junio de 2011
Mendelssohn
miércoles, 1 de junio de 2011
Misterio en arte y ciencia
martes, 31 de mayo de 2011
Sobre Miró
lunes, 30 de mayo de 2011
El problema del límite...
De ángulos al proceso artístico
jueves, 26 de mayo de 2011
Kandinsky
Las conmociones provenientes desde adentro son de otro tipo. Su causa está en el hombre mismo y dentro de él actúan. El hombre no es un espectador a través de una ventana, sino que se ubica en la calle. La vista y el oído atentos transforman mínimas conmociones en grandes vivencias. De todas partes fluyen voces y el mundo entero resuena. Como un explorador que se interna en territorios desconocidos, hacemos nuestros descubrimientos en lo cotidiano. El ambiente, comúnmente mudo, comienza a expresarse en un idioma cada vez más significativo. Así, se vuelven símbolos los signos muertos y lo muerto resucita.
Naturalmente, la nueva ciencia artística sólo podrá surgir cuando los signos se vuelvan símbolos y el ojo y el oído abiertos permitan saltar del silencio a la palabra. Quien no sea capaz de observar debe dejar en paz el arte teórico. Sus intentos en cuanto al arte no llevarán a ningún sitio, antes bien, acentuarán la separación hoy existente entre hombre y arte. Justamente son estas personas quienes hoy tratan de poner detrás de la palabra arte el punto final."